viernes, 9 de octubre de 2009

Algunas ideas acerca de la institucionalización (I)

Hace poco leía algunos artículos relacionados con los CADE (Conferencia anual de ejecutivos), y atrajo mi atención, especialmente, la importancia que se le concede a la sociedad civil, distinguiéndola como base de la organización humana.

Para comenzar, aclararé algunos puntos que serán indiscutiblemente necesarios para el entendimiento de lo que a continuación sostendré.
Primero, definiré al hombre como un ser que se proyecta siempre, es decir se echa hacia delante y construye cada instante de su futuro escogiendo entre los diversos futuros posibles; en pocas palabras, es un ser que toma decisiones. Pero también es un ser que, por naturaleza, es egoísta: siempre busca su propio interés y quiere realizarse a sí mismo más que otra cosa. Siempre busca su enriquecimiento, y esto no quiere decir que es un materialista. Con enriquecimiento me refiero a que busca alcanzar todas sus metas, todo lo que persigue naturalmente.
Segundo: personalmente sitúo a la libertad individual como centro de toda actividad humana, algo bastante lógico.
El hombre es libre, pero al ejercer su libertad debe tomar en cuenta la libertad de los otros. El mayor acto de libertad es la prohibición personal de la libertad salvaje o libertinaje. Irónico, ¿cierto?
Tercero: hablando del libertinaje. Me animaría a decir que la libertad salvaje se basa siempre en una mentira que es recurrente en más de un pensamiento; la auto dependencia. Nadie es totalmente auto dependiente, todos los hombre dependemos del resto, aunque sea indirectamente, para alcanzar nuestro enriquecimiento, y sobre esto hablaré más a medida que prosiga el ensayo.

Espero esto haya servido de prólogo para lo que sostendré a continuación.

No existe en ningún grupo humano una sociedad superior o autoritaria, ni mucho menos un organismo de control – como lo es el Estado –, que represente a la humanidad y determine desde un sitial privilegiado de control los destinos de cada uno de los hombres.
La historia está hecha por las decisiones de múltiples individuos que se adaptan a diferentes niveles y que van modelando la organización de la vida humana.

El hombre es un ser egoísta, como ya mencioné; ahora bien, usualmente busca aumentar su riqueza de forma comparativa; es decir, quiere ser más que los demás. Aquí se establece la libertad; ya que, siempre la libertad ha de instaurarse en clima de competencia porque en los campos de la actividad humana donde la escasez es un elemento inevitable y donde no todos pueden tener todo, la libertad y la iniciativa son aún más claramente entendidas como una superación del otro, como un “ganarle” al otro.

Resaltaré el hecho que para ser eficientes en la búsqueda de nuestro propio interés siempre debemos de relacionarnos con otros hombres que buscan el suyo y constituir una sociedad civil, es decir, una agrupación de hombres libres. De esta manera, paradójicamente, el hombre tiene que ser independiente (que no es lo mismo que auto dependiente) y sociable a la vez.

Una sociedad civil moderna es aquella en la que los hombres necesitan uno de otro en particular. Quizá está última afirmación merece una explicación porque, a simple vista, parece contradictoria. En la sociedad moderna las necesidades individuales se satisfacen a través de un mercado y el mercado es, lógicamente, inconcebible sin referencia al conjunto.
Esto se basa en que ninguno de nosotros -poderosos hombres del sigo XXI- producimos nada que podamos utilizar directamente.
Destaco lo siguiente, a manera de aclaración: dentro de sociedades más simples y primitivas, muchas necesidades pueden ser satisfechas por una economía de autoconsumo y, en ese caso, el hombre es bastante autárquico, es relativamente independiente a los demás hombres.

Ahora bien, pensemos qué pasaría si cada hombre busca sus propias satisfacciones sin ningún tipo de organización. Simplemente todos terminaríamos matándonos unos a otros y nadie avanzaría mucho. Por eso ante esta necesidad, el hombre se vio obligado a crear reglas de juego fundamentales y un árbitro que las haga cumplir, las leyes y el estado (poder judicial), respectivamente.
Ya Hobbes, en siglo XVII, plantea la carestía de institucionalizar la sociedad civil como respuesta a la necesidad mencionada anteriormente.

Pero, en caso no haya quedado claro, ¿Qué son y para qué sirven las instituciones?

Las instituciones son, ante todo, las normativas sobre las cuales una sociedad se rige. Que si bien es cierto establecen algunas limitaciones, abren otro tipo de capacidades y, lo más importante, crean seguridad.
Cuando dos hombres entran en contacto, cada una percibe de inmediato a la otra como una contingencia o un riesgo, esto se debe a que nadie puede prever el comportamiento del otro. Sólo se puede esperar lo inesperado de otra persona. Es por esta razón que son necesarias las reglas de juego, que aseguren que la otra persona no cometerá algo indebido, sino que mas bien su comportamiento impredecible quede reducido a un comportamiento, que si bien no se vuelve predecible, resulta inofensivo. Así se creará un sistema.

Las instituciones reducen la libertad de acción y de esa manera permiten manejar esa incertidumbre, dando lugar a que la libertad pueda darse de una manera más eficiente y plena.

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