sábado, 26 de septiembre de 2009

Carta para Irina (extracto).

Lima, 19 de Marzo del 2009.

Querida hermana:

Son ya incontables días los que no te he visto y consiente estoy que he de perderme valiosos momentos de tu aprendizaje y caminar, felicitaciones que no podré darte personalmente, apoyo que no podré brindarte con sonrisa de complicidad; pero a pesar de todo, espero recuerdes que siempre llevo conmigo tu ser en mi corazón. Te extraño, pequeña princesa.

Ya estás pronta a cumplir - en el geminiano Junio - tu primera década y es probable que no pueda estar contigo físicamente. La angustiosa necesidad de saberte conforme con una llamada socava, desde ahora ya, mi ser. Debes haberte convertido en una señorita muy guapa, así como nuestra madre… siempre nos recuerdas a ella, a todos.

¡Qué afortunada eres, entrañable fraternita! es mayor que cualquier tesoro el que tú posees, no olvides eso; es invaluable el destello que de tu pequeño ser emerge para iluminarnos a todos desde la abierta puerta de tu sonrisa. Nunca te preocupes por si alguna vez alguien no notara esto, pues bien sabes que la masa en la cual te desenvuelves ha aprendido a no creer en tesoros, por eso cuando al fin han de encontrar uno replantean todo y se sienten ridículos ante la idea que es real. Yo sí veo, y puedo ver que eres uno de mis mayores tesoros.

Pero repito: ¡Qué afortunada eres! pues el mundo es tuyo y está destinado a caminar tus pasos. He ahí, en tu inocencia, donde reside el único espíritu discipular que es necesario para iluminarse; Buda y hasta el mismo Jesucristo, en el que tanto crees, sentirían envidia de tal candor. No permitas nunca que la gente que te rodea te reprima, reprima tus acciones y pensamientos, no te vuelvas como ellos. Tampoco, te ruego, dejes que se apoderen de ti sentimientos de tristeza y agonía, pues recuerda que son sólo nubes pasajeras y que tú eres el cielo, todo el azul infinito que sobre nuestras cabezas existe. No te aflijas por mi ausencia tampoco, porque sabes que siempre estaré contigo: Eres parte de mí.

Tengo una deuda contigo, querida, puesto que has servido de inspiración y fuente de aprendizaje a este mortal atormentado por la abstracción ilusoria y peligrosa que es su mente. Me has dado el ejemplo y por eso seré tu discípulo, cándida princesa.

Siempre presente, con afecto y nostalgia, estás en mi corazón. No lo olvides.

Del cariño más puro y con el cariño más beático.

Marco

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