Me encontraba descansando en mi casa nueva, lejos de mi chica y de mi hermano, mis más fieles aliados, cuando de repente llegó aleteando frenéticamente el Canario Ahotado.
Me había visitado antes, yo lo había buscado también en algunas ocasiones hace tiempo, cuando le tiraba panes y migajas para que se alimente, cuando era su sustento y me retribuía como sabía: con un aleteo ufano y radiante. Recientemente no había venido a visitarme, la última vez que se posó sobre mi jardín solo lo mire, mas no le di de comer nada. Se fue como llegó.
Descuidé y mal pagué su compañía fiel (al menos, aparentemente fiel) por mucho tiempo, no pensé que volvería a mi jardín después de tanto. Debe necesitar algo, pensé. Decidí esperar a que llegara otra vez, me anticipé y dejé esparcidos en el jardín pedazos de pan y migas, de las migas que le gustaban. Como había planeado, llegó pronto y comenzó a comer desesperadamente y al terminar me aleteó atrevidamente, no como antes. Algo andaba mal.
El Canario Ahotado viene desde muy lejos, desde un lugar al que nunca he ido y no tengo prisa por ir; vive con sus hermanos el Pavo Glotón y el Gallo Enano de Galpón. Muchas veces han venido con él a visitarme, pero nadie me ha caído tan bien como el Canario Ahotado.
La tierra donde vive está infestada por una gavilla de hampones, los Gavilanes Malhablados, abusivos y corrompidos por la vileza de sus perversiones (a las que llaman sueños); estos gavilanes son pájaros cobardes que huyen de su tierra natal porque por fin, después de tanto esmero, han conseguido que se vuelva una mierda insufrible. Huyen de la mala vida que ha impuesto el Gallinazo cubano muy cerca de ellos.
Rodeado por tremendos especímenes degenerados y torpes al hablar, El Canario Ahotado olvidó cómo cantar, olvidó cómo aletear vanidosamente, olvidó que era un ser inocente e indefenso y se convirtió en un Canario artero y ladino, traicionero, disfrazado de mi fiel compañero.
La vida en esa tierra fría e inhóspita es dura, muy dura para la corporalidad frágil de mi fiel ave. La corrompió también, milímetro por milímetro. De ala a ala. La convirtió en un objeto malicioso deseado por muchos y la destinó a ir ejerciendo un meretricio comedido (si es que existe) para conseguir lo que quería sin rendirle cuentas a nadie. Malentendió el lema sobre la libertad, tan difundido y adulterado por todo el pajarero jipato, loco y mixto.
Hoy fui sorprendido por mi Canario Ahotado, que ahora es un ave artera y forajida, cuando salía a darle la bienvenida. Cuando le iba a pedir que me mostrase una vez más su perfecta hermosura mientras nos divertimos jugando en el jardín como los amigos felices que éramos.
Sabía que hacía mal en confiarle mis confidencias, sabía que hacía mal disfrutando de su compañía, pero no podía alejarlo así como así, así como antes.
Gravísimo error, con mis tropas replegadas en Lima, diezmadas por la falta de comunicación conmigo, fui engañado y atacado a matar por el ave, por mi ave. Me arrancó los ojos mientras se deslumbraban con su aleteo eufórico. Me picoteó brutalmente las manos mientras me comunicaba con ella. Me perforó el pecho armada con mentiras y bajo efectos de la droga cegadora de la traición. Me decapitó tirando fuertemente de mi cabello. Luego voló.
Ahora mi cabeza exuda los últimos jadeos alocados en busca de ayuda y de venganza. Ciego, manco e incompleto me doy cuenta que fui un tonto, pero sigo fantaseando con ese Canario Ahotado revoloteando sobre mí.
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