jueves, 7 de enero de 2010

Los pollos no vuelan

No existe la clase alta, así como tampoco la clase baja; son ficciones afiebradas de algunos megalómanos inmodestos para separar de ellos a los que no consideran sus iguales y que, dicho sea de paso, creen son lo suficientemente estúpidos para afirmarlo y obedecerlo.

Si existiera la clase alta, ¿cómo sabríamos quiénes la conforman? la respuesta sería mera relatividad de opiniones disparataras y paparruchadas porque, que yo sepa, no existe ninguna colegiatura ni candidatura alguna que te permita alcanzar ese título. Inclusive, fuera de los requerimientos mínimos que tratan de imponer algunos economistas algo despistados, no existe perdurabilidad en las dimensiones que se emplean para la medición, se han variado (e incluido) muchas dimensiones a lo largo del tiempo; así Marx definía las clases económicas en torno a su función estructural en las relaciones sociales de producción, no en escalas posicionales de poder, riqueza y prestigio como sí lo hacía Weber.

¿Cómo podemos clasificar algo tan variable y complejo? A nivel nacional sería más fácil que a nivel mundial porque en la idiosincrasia peruana todo se clasifica usando el dinero de por medio, así la grotesca grieta que separa los ingresos de unas personas y de otras sirve perfectamente para su fin; sin embargo, a nivel mundial resultaría tarea de acomplejados áulicos con tiempo de sobra. Si tenemos en cuenta que al juntar a las quinientas personas con más dinero en el mundo obtendremos el veinte por ciento del dinero total circulando legalmente (y sólo hablando de dinero, sin tocar el tema de poder y prestigio que no siempre van de la mano) pensaríamos: bueno, ahí tenemos a la clase alta. Pero ¿qué pasaría con los empresarios peruanos dueños de compañías y propiedades que, a ciencia cierta, no están dentro de esa recuenta? ¿Ellos no son clase alta?
¡Coño, pero eso es imposible! si muchos tienen mercedes bens y viven en Las Casuarinas o zonas exclusivas de Lima y tienen gente sirviéndolos hasta en las más absurdas tareas, como recoger la mierda del perro por toda la casa (en vez de enseñarle al animal a hacer afuera).

Ahora, si pensamos que es obligatoriamente necesario ligar el dinero, el poder y el prestigio para ser llamado clase alta (que, valgan verdades, tiene más sentido) en el Perú encontraremos sino pocos, poquísimos.

Yo no creo en las separaciones de ningún tipo, la diferenciación que se ha puesto de moda en los últimos años es un arma peligrosa en manos de cualquiera; además de ser el, peligrosamente cercano, paso previo a la discriminación. No creo en la separación porque no encuentro dimensiones reales por las cuales situar a una persona por encima de otra y permitirle ciertos privilegios que son esquivos para el resto. Cuando hablamos de lo que se necesita para ser clase alta, media o baja (si es rigurosamente necesaria una separación) no puede ser que factores como la educación queden desplazados por otros como el poder, que objetivamente no puede reconocerse siempre como un mérito.
Escobar, el extinto capo colombiano de la droga, poseía un notable poder en Medellín, tanto entre sus conciudadanos como entre el resto de narcotraficantes de la región y del mundo. Escobar confinaba una parte de su dinero (que circulaba en bancos, increíblemente) a acciones sociales en Medellín, por lo que era querido y contaba con cierto prestigio y reconocimiento. ¿Clase alta?

Existen personas más ricas que otras en el país y en el mundo, para nadie es un secreto; así como existen personas con más clase que otras. Pero no existen personas que solamente por tener más dinero tengan más clase, eso se debe a la educación moral y académica, sin ser está más importante que la primera.

Es vergonzoso que en pleno siglo veintiuno hayan personas que amparan sus acciones déspotas, atolondradas, imprudentes y ofensivas en argumentos tan desgastados y difusos (por decir menos) como el clasismo, pretendiendo que sean consideradas extravagantes, cortas de importancia y de esta manera ser justificadas entre los que consideran sus subordinados.
Una persona clasista es ignorante e idiota, desubicada e incorregible. Un ser molesto que no puede sanamente resignarse a ser parte de una sociedad plural e igualitaria. Un tonto de cuidado.

Estoy cansado de ver a gente así, que viven como pollos, que saben que no van a volar pero siguen intentándolo y pisoteando a los que están cerca; pisoteando a los que trabajan para ellos (que mayormente son personas incólumes, educadas, generosas y trabajadoras, con más clase que ellos) o a cualquiera que consideren les debe yugo. Son víctimas de una sociedad alienada, llena de complejos y duramente golpeada por crisis sociales de las que aún no se recupera del todo. ¿Tanta fantochada y tanto esperpento tiene la clase alta?

Estoy igualmente cansado de ver gente que acepta ser injuriada por granujas que entienden natural tratar mejor a la mascota de la familia que a las personas.

Esto tiene que parar (sí, cómo no) el país no necesita más rencillas, o mejor dicho disímiles cruzadas, entre sus ciudadanos. El país -las personas- no necesita más desunión; se necesita concordia, coalición y consonancia.

Los pollos no vuelan, no han nacido para volar, hay que aceptarlo y dejarlo pasar.

1 comentario:

  1. marco muy buena publicacion...me gusto bastante la metafora de los pollos...y creo q tambien la gente clasista tiene la mente del tamaño de la del pollo...tambien hay que recordar que gran parte de la predica clasista se basa en factores raciales...y, como tu dices, lo que no necesita el Peru necesita ahora para progresar es batallas por clasificar a las personas en tal o cual grupo. Un abrazo tio

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